A lo largo de la vida, y según pasan los años, vamos adaptando nuestras actividades y quehaceres a nuestra capacidad física. Lo mismo hacemos con el deporte. Cuando el deporte o el ejercicio físico nos han acompañado en nuestra niñez y juventud, bien profesionalmente o como aficionados, debemos de ir modificándolos si queremos prolongar esta actividad sin que aparezcan lesiones.

Según nos vamos haciendo mayores, nuestro organismo sufre una serie de cambios que no son uniformes, es decir, los órganos y sistemas dependiendo de factores fisiológicos u otro tipo de factores como los ambientales, el estilo de vida, etc, pueden envejecer a diferentes ritmos en personas distintas.

Entre otros cambios propios de la edad, se produce:  alteración de la propiocepción, pérdida de reflejos, aumento de la predisposición a los golpes de calor, pérdida de la agudeza visual, aumento de la osteoporosis, desgaste de las articulaciones, y pérdida de la fuerza muscular entre otros.

Es por todo esto por lo que debemos de ir modificando, que no abandonando nuestra práctica de ejercicios, siempre que no existan otras patologías que lo impidan. Así pues, es conveniente abandonar la práctica de deportes de contacto (como las artes marciales, el fútbol o el boxeo), deportes que impliquen el riesgo de caídas (como el patinaje, carreras de bicicletas o la escalada), deportes de gran impacto articular (como el atletismo, carreras de obstáculos o la gimnasia deportiva), y sustituirlos por paseos en bicicleta, marcha o carrera suave, ejercicios de estiramientos, tonificación con poco peso y más repeticiones, natación, golf o Pilates.

Mientras practicamos el ejercicio pueden surgir lesiones propias de la actividad y no de la edad, como esguinces, sobrecargas musculares o tendinitis que debemos tratar respetando los tiempos de reposo y las características físicas del mayor.

Sin llegar a las lesiones, es conveniente la actuación del fisioterapeuta para mantener el aparato locomotor en óptimas condiciones para el ejercicio. Así, distintas técnicas de masaje, estiramientos, relajación y demás, preparan nuestro cuerpo para afrontar con mejor resultado las distintas actividades.

Es fantástico comprobar, como personas mayores de 65 e incluso de 70 años llevan una vida deportiva que nada tiene que envidiar a la de un jóven de 30. Esto lo digo desde la propia experiencia de personas de mi entorno, compañeros de gimnasio que no dudan en compartir clases colectivas de ciclo, circuitos de entrenamiento, y equipos de running con chicos y chicas a los que doblan la edad.

Sería gratuito decir que si se quiere se puede, pero si que, reuniendo unas condiciones físicas aceptables y adecuando a ellas el ejercicio, podemos prolongar nuestra vida deportiva durante muchos años.